lunes, 9 de enero de 2012

COSA DE TODOS LOS DÍAS

Me depertó el mejor aroma del mundo. La cafetera era nueva. Él no. Él sabía la medida justa de agua para que lo que ingiriera no me llegue a dar taquicardia pero me haga despertar de golpe y me haga sentir más viva. Era hermoso levantarme y camino al baño escuchar los golpecitos de la tazas, la canilla abierta e imaginar el humito saliendo del aparato anunciado que sólo faltaba yo en ese escenario perfecto. Yo me lavaba la cara y él colocaba el tarrito de azúcar y el de edulcorante, aunque supiera que el del azúcar no iba a utilizarse por los próximos cien años. Él lo sabía pero decía que era más sano. Así que esperaba que algún día yo me diera cuenta. Ya se había resignado a convivir con la Coca Light, y no iba a arriesgarse a vivir otra vez mi ataque de locura como aquella vez en que se animó a dejar que se termine y no comprar y atreverse inocentemente a proponer que tome “un vasito de agua”. Había ido demasiado lejos! Casi lo abandono y me voy de casa, pero antes de eso él fue de una corrida a una estación de servicio y me trajo mi droga. Su amor era así. Ridículo y desmedido.
Cuando bajé las escaleras él y el olor a café me llenaron de excitación. Él me abrazó como si no hubiésemos dormido juntos, como si no nos hubiésemos tocado unas horas antes. El siempre estaba feliz de verme. Me dio un beso, un gran beso. Y desayunamos. Yo, dos tazas de café. Él le agregó leche.  
Él casi no me dejaba equivocarme y aún así yo era bastante imperfecta. Dejaba las bombachas colgadas en la ducha, me olvidaba los envases vacíos en la heladera y nunca me acordaba de pagar las cuentas. Él sólo se enojaba cuando me olvidaba de sacar las milanesas del freezer pero poniendo carteles en distintas partes de la casa, habíamos mejorado bastante. Él sí era perfecto. Yo lo sabía. Después de hacer el amor, muchas veces me quedaba mirándolo dormir, siempre de costado sosteniendo la almohada y con la otra mano la parte mía que encontrara. Y lo admiraba, lo deseaba, lo quería. Y lo quería tanto que no podía contarle que a veces, cuando él se dormía, yo me daba vueltas y lloraba. Nada me hacía más feliz que tenerlo a mi lado. Eso me volvió perfecta. Y yo lloraba.

Conocí a alguien

Había una escalera y muchísimas palabras.
Mi lo peor era una anécdota. Mi lo mejor, un detalle.
Llegué pensando no en vos. Me esperabas de alguna manera. Medí cada movimiento, me ajusté el corpiño. Te miré de reojo. Bailamos. Sentí vergüenza, ansiedad, cosquillas, destino.
Te invité. Me invitaste. Te endulcé. Me atrapaste.
Soy fresca, mentirosa, auténtica, nueva.
Viento de invierno que desata, abraza, calienta.
¡Cubriste en un momento lo poco que tenía que no eran para vos más que detalles y anécdotas!
No existí más que yo en ese frío que no sentías que yo sentía.
Hay un pendiente que no creo que suceda.
El viento descubre.
Ya es primavera.